Exposición | Marzo 2025


Guerreras en el tiempo. Mujeres entretejidas, de Mónica Dower

Texto: Luis Ignacio Saínz.

En su preocupación por los umbrales y las raíces Mónica Dower reconstruye por un lado su propia genealogía, la odisea de Chorzele - Oaxaca, como su identidad óntica y ontológica, la hazaña de ser más allá del género, pero a partir de él, de las mujeres combatientes en los campos de batalla y en los escenarios de la convivencia social. Nuestra creadora, comprometida con la reflexión crítica, se vacía de convicciones fundamentalistas al levantar escrutinio feroz sobre los orígenes, los suyos y los (en apariencia) ajenos. De su pericia en la compulsa de datos y evidencias se impone un principio ordenador: existen las voluntades, no las razas; en consecuencia, devienen defendibles los valores, no los credos. Semejante apertura en el reconocimiento de las otredades permea cada una de sus propuestas icónicas, gajos de historias sublimes e inquietantes, de la serie Guerreras en el tiempo. Mujeres entretejidas. Seres de latitudes encontradas, ignorantes unos de otros, entran en comunión al vincularse en tramas de punto, en hilados cruzados: las mexicanas reposan en tejidos suzanis; las ultramarinas descansan en textiles oaxaqueños. En las palabras de la propia hacedora de utopías igualitarias: "... intento crear correspondencias ocultas, insospechadas y lógicas y al mismo tiempo naturales".

No perdamos de vista la confesión esclarecedora de Mónica Dower: "La mayoría de las mujeres que deseo pintar son anónimas; son mujeres que he encontrado en las diversas investigaciones realizadas en mi serie anterior, Chorzele/Oaxaca. Lo que más me ha llamado la atención en estos clavados a los archivos de la web, son las mujeres ataviadas con sus mejores galas, en su gran mayoría listas para complacer, para casarse, aún con ser extremadamente jóvenes. Prisioneras de su condición femenina y de su rol cultural, las quiero traer conmigo, mixturizarlas en este tiempo, tejer con ellas una sutil y hermosa trama que las resitúe en un nuevo registro simbólico y en un primer plano (ya no el segundo), en alianza con visiones y diseños que rebasen la exclusiva mirada occidental. Este nuevo registro recoge las estéticas originales, se inspira en ellas y las prolonga, no ya como elementos limitantes o reductivos, sino como un campo de memoria que las reconoce y les da un lugar".

Charles Etienne Brasseur de Bourgbourg en Voyage sur l'Isthme de Tehuantepec (1859-1860) relata la fascinación por la mujer tehuana, indisolublemente ligada a su atuendo. En este preciso caso, la moda pareciera determinar el ethos del sujeto, uno colectivo, femenino y dominante. En un pasaje nos convida con pasmo genuino su descripción de una zapoteca (didxhazaá): "Esa noche ella llevaba una falda de una tela a rayas, color verde agua, un huipil de gasa de seda rojo encamado, bordado de oro, su cabello separado en la frente y trenzado con largos listones azules, formaban dos espléndidas trenzas, lo repito, jamás he visto una imagen más impresionante de Isis o de Cleopatra".

La mujer caballero del lago espejo, (1875-1907; 鑑湖女俠 Jiànhú Nǚxiá), poeta, pensadora, combatiente por los derechos de las mujeres: libertad de casarse, educación y abolición de la costumbre del vendado de pies, ejecutada por decapitación a los treinta y un años de edad por delito de insurrección. Personaje elevado en los altares del culto oficial que la transforma en diva cinematográfica, objeto de culto en su propio museo en Shaoxing, evitando su impronta en la vida cotidiana, haciendo de ella una suerte de vaho insustancial dentro de una sociedad autoritaria radical en su misoginia. Su convicción feminista queda de manifiesto en estos versos de 1903:

Mi cuerpo no me permite
mezclarme con los hombres.
Pero mi corazón es más valiente
que el de cualquiera de ellos.

Soldadera anónima, mujer armada que se diferencia de "las soldados" que se enlistaran reglamentariamente en los contingentes revolucionarios, en que participa sin negar u ocultar su condición femenina. Esta imagen procede de una fotografía tardía ca. a 1940 de Rutilo Patiño (Jaral del Progreso, Guanajuato, 1890-1969) que es una pose de estudio. Rasgo que no invalida la importancia de los aportes de las mujeres revolucionarias. De acuerdo con el testimonio de una periodista y guionista estadounidense, Edith O’Shaughnessy, casada con el encargado de negocios de la embajada del vecino del norte:

La heroica mujer que acompaña al ejército, llevando consigo a sus hijos o cualquier otra posesión mortal; así como su ganado, canastas, cobijas, chivos, loros, frutas, etc. Estas mujeres son el único avituallamiento visible de los soldados. Los acompañan en sus largas marchas; los cuidan, los alimentan, los curan y los entierran y si acaso llega a haber dinero, entonces se les paga. Todo lo van haciendo sobre la marcha, además de prestar (…) cualquier otro servicio (...). Es sorprendente la abnegación con que van por la vida.

Semejante paradigma de dignidad se inserta, como dibujo delicadísimo, en una base-soporte floral que glosa un bordado con técnica de cadenilla en máquina de pedal y rematado a mano con diseño antiguo en la pechera, originalmente con la punta de una hoja de maguey: huipil juchiteco, blusa de manga corta en terciopelo o raso, decorado a mano en bastidor, de la naturaleza de los valles y las montañas del entorno; también quexquémitl, especie de jorongo corto, y/o las blusas de Juquila. Emparentado con la modalidad de Tehuantepec el bordado conocido como "hazme si puedes" (punto pepenado de hilván) es originario de la comunidad zapoteca de San Antonio Castillo Velasco, se reconoce por los pliegues de su diseño con flores de colores de la región. Las figuras en punto zurcido, plumeado y en relieve representan la vegetación (plantas, flores y árboles).

En este accidentado y diverso territorio –que además de Oaxaca comprende zonas de Guerrero– habitan amuzgos, chatinos, chinantecos, cuicatecos, huaves, mazatecos, mixes, mixtecos, tecuates, tlapanecos, triquis y zapotecos. En cada región se encuentran atributos distintivos y se calcula que existen unos 300 trajes distintos, tejidos ya sea con algodón, lana o seda. El atuendo de las mujeres se compone por lo común de un huipil (camisa recta, sin mangas), que puede ser más o menos largo: hasta abajo de la rodilla entre los zapotecos y mixes de la sierra norte y algunos mixtecos; arriba de la rodilla para mazatecos y chinantecos, y a la cintura entre los zapotecos del Istmo. Son numerosas las comunidades en que los textiles se fabrican en telar de cintura, y en algunas de ellas aún se utiliza el malacate para hilar. Existen localidades en las que todavía se utilizan tintes naturales –como la grana cochinilla, el añil y el caracol púrpura– para teñir las telas. Por lo general, estos hilados están bellamente decorados con bordados que incluyen motivos derivados de la cosmovisión indígena.

Conforme avance la fábrica de la serie Guerreras en el tiempo. Mujeres entretejidas, apreciaremos el intercambio simbólico entre las visualidades significantes de los textiles oaxaqueños con los suzanis, así como identificaremos continuidades de resistencia de género a lo largo y ancho del planeta. Pese a la carga histórica de las anécdotas visuales, el factor determinante continúa siendo el estético: el ensamblaje de información cribada por la conciencia de la creadora-pintora con los factores de expresión de las culturas y sociedades involucradas en el planteamiento de la temática resumida en la frase "mujeres en defensa de sí mismas". Con armas o sin ellas se trata de luchadoras que procuran un reconocimiento a su condición vital, cuya rebeldía las orilla a visibilizarse, enfrentándose a los prejuicios que las minimizan, estigmatizan e instrumentalizan. Despertar de seres con deseos, aspiraciones, intereses y derechos.

Asociar la pintura a los frutos del telar y a la imaginación de las artesanas pareciera más que afortunado y, por si fuera poco, derivar de un profundo análisis que entiende y reconoce el nexo entre la cultura textil en mucho propia de mujeres, la insurrección al dominio patriarcal y la simbología botánica metaforizada en genitalidad femenina no erotizada. Pintura inteligente, de pertinencia social, y no solo de significación estética, capaz de demostrar que la resistencia y la crítica en su armadura de sentido y estructura conceptual no tienen por qué empobrecer la iconografía, sino que la fortalecen y la trascendentalizan.

El contrapunto entre la exuberancia vegetal de fondo, el timbre-significante, con la severidad de los retratos, el tono-significado, marca una disonancia cromática y estilística eficaz, pues nos permite establecer la referencia entre ambas dimensiones: su universalidad y coherencia. Será curioso que el color, en apariencia sinónimo de realidad, devenga atributo imaginario de vitalidad frente al blanco y negro, en apariencia sinónimo de representación de lo real, que huye de su calidad de documento para identificarse con la verdad efectiva.

Despojada de afeites, sin asomo alguno de maquillaje, la pintura se entrevera en el dibujo, cáscara que envuelve a las silenciosas protagonistas para exhumar su relevancia en el tiempo, para inhumar su desdén en la conciencia. Reconocer la valía, erradicar la invisibilidad, catapultar la equidad, para que, entonces, poner el acento en algo tan inasible y móvil como el género resulte innecesario, pues habremos alcanzado el ser a profundidad por encima de la envoltura accidental. Elegir las dichas del espíritu, rechazar los rebatos del prejuicio.