Sofía L. Luna Rojas y José Antonio Ibarra García
La curiosidad es ¿un don o una maldición? Desde el comienzo de nuestra existencia, nuestra tendencia a explorar lo desconocido nos ha conducido tanto a descubrimientos sorprendentes como a resultados inesperados y a uno que otro problemilla. Para los antiguos griegos, la naturaleza contradictoria de la curiosidad se personificaba en la figura mítica de Pandora, la primera mujer mortal sobre la Tierra. La versión más famosa de este mito fue la que escribió el poeta Hesíodo en el siglo VII antes de nuestra era.
Según la leyenda, Pandora fue creada por Hefesto (dios del fuego y la forja) con la ayuda de otras deidades, entre ellas Zeus, quien le otorgó el don de la curiosidad y una caja firmemente cerrada, advirtiéndole que no debía abrirla en ninguna circunstancia. Con el paso del tiempo, Pandora se cuestionaba más sobre el contenido de aquella misteriosa caja, obsesionándose con lo que podría haber dentro. Estaba convencida de escuchar susurros y gemidos provenientes del interior.
Finalmente, la tentación se volvió irresistible y al intentar entreabrir la tapa, la caja se abrió de golpe y se liberaron criaturas monstruosas que inundaron la Tierra. Pandora intentó devolver el contenido a la caja con desesperación, pero fue en vano. Zeus había usado la caja para encerrar los sufrimientos y todas las fuerzas del mal que él mismo había creado y, una vez liberadas, eran incontrolables. Pero no todo estaba perdido, Pandora descubrió en el fondo de la caja un suave murmullo que irradiaba una pequeña luz y un sentimiento de calma. Junto con los males, había emergido también la esperanza necesaria para afrontarlos (véase Colección Mitología Clásica T7: La Caja de Pandora, 2020).
Lo bueno es que sólo es una leyenda, ¿verdad? ¿Existirá actualmente una caja de Pandora? Si observamos con atención, nuestro entorno está lleno de seres que esconden grandes secretos capaces de desatar catástrofes inimaginables. Las garrapatas, por ejemplo, son diminutas y aparentemente inofensivas, pero en realidad guardan un potencial siniestro. Una vez que entramos en contacto con ellas, son capaces de desatar una gran cantidad de enfermedades peligrosas y en muchas ocasiones poco conocidas. No obstante, la esperanza también se encuentra presente cuando ampliamos conocimiento sobre ellas. Con el estudio y la prevención, podemos controlar su impacto, protegiéndonos de las amenazas que estas diminutas criaturas pueden desatar.
Todos hemos oído hablar de ellas: en la consulta del veterinario, durante un día de campo o de viaje, que nuestras mascotas o nosotros hayamos tenido contacto con ellas alguna vez. Estas pequeñas criaturas no son insectos, sino artrópodos, ya que cuentan con cuatro pares de patas, como las arañas y los alacranes. Se estima que existen alrededor de 900 especies, sin embargo, todas ellas comparten características físicas similares entre sí.
Podemos agruparlas en dos tipos principales: garrapatas duras y blandas. La mayoría de las especies son garrapatas duras, que se distinguen por su cuerpo rígido y resistente, protegido por una placa dorsal conocida como escudo. En contraste, las garrapatas blandas tienen un cuerpo más flexible y blando, sin escudo, y su piel es más elástica, lo que les permite expandirse considerablemente al alimentarse. Aunque estas diferencias pueden parecer insignificantes, reflejan estilos de vida y formas de alimentación completamente distintos.
Ambos grupos se alimentan de sangre de algún animal, por lo tanto, son considerados parásitos, o más precisamente, ectoparásitos, ya que viven fuera del cuerpo de su hospedero o víctima. Cuando necesitan alimentarse, buscan un animal al que se adhieren con sus patas. Una vez que tienen contacto, usan sus piezas bucales especializadas para perforar la piel y succionar la sangre.
Aunque su fuente de alimento es prácticamente la misma, sus comportamientos y estilos de vida varían considerablemente; las garrapatas duras suelen estar refugiadas en el suelo, entre la hierba y hojas esperando que algún animal pase cerca de ellas y de esa manera puedan prensarse de él y empezar a nutrirse.
A menudo permanecen adheridas alimentándose constantemente durante varios días o incluso semanas, por lo que básicamente hacen su vida encima de los animales. Imaginemos esto, es una cálida tarde de verano, estamos disfrutando de una caminata por el bosque con nuestro fiel compañero de cuatro patas. Mientras avanzamos, nuestra mascota comienza a rascarse e intrigados decidimos revisar su pelaje y en ese momento encontramos varias garrapatas escondidas entre sus pelos. Pronto empezamos a sentir comezón también y al examinarnos descubrimos que también hemos sido víctimas de estas pequeñas invasoras. Así de sencillo es adquirir a las garrapatas, y en ocasiones puede que ni siquiera percibamos su presencia hasta que es demasiado tarde.
Por otra parte, las garrapatas blandas no necesitan permanecer pegadas a su hospedero para alimentarse. Su estilo de vida es nidícola, es decir, pasan la mayor parte del tiempo escondidas en nidos, grietas, madrigueras y cuevas, solo salen en busca de comida cuando detectan la presencia de algún animal. Una vez que lo encuentran, suben a su cuerpo y comienzan a alimentarse, pero este proceso es mucho más rápido que el de sus hermanas; en cuestión de 30 minutos podrían terminar de comer, descender y finalmente volver a esconderse.
Pensemos en otro escenario. Decidimos pasar un fin de semana con nuestros amigos en unas acogedoras cabañas de madera, lejos del bullicio de la ciudad, donde planeamos relajarnos. Durante la noche, mientras dormimos, sentimos una leve picazón en el brazo, pero no le damos importancia. Al cabo de unos minutos, la sensación desaparece y volvemos a dormir tranquilamente.
Pero al despertar, descubrimos varias marcas rojas en la piel, aparentemente sin explicación. No le damos mucha importancia, ya que desaparecen por sí solas en unos días. Aquí es donde reside el peligro porque: hemos sido mordidos por garrapatas, y ¡ni siquiera nos dimos cuenta!, pero las consecuencias de este encuentro probablemente nos alcanzarán en un futuro no muy lejano.
La cantidad de sangre que las garrapatas succionan no ponen en riesgo nuestra vida, a menos que se trate de animales pequeños (como un ratón o un cachorro), pero entonces, ¿dónde radica el peligro de estas pequeñas criaturas? A pesar de que algunas garrapatas muestran preferencias por ciertos hospederos, pueden alimentarse prácticamente de cualquier animal, este hecho convierte a estos artrópodos en portadoras ideales, capaces de albergar y transmitir una variedad de microorganismos, incluidos virus, bacterias y parásitos.
Saber exactamente cuántas enfermedades pueden transmitir las garrapatas es como tratar de armar un rompecabezas que nunca deja de cambiar. Existen varias enfermedades peligrosas que estas diminutas criaturas han transmitido durante siglos, y por su gravedad, frecuencia e impacto en la salud pública, se han vuelto particularmente notorias.
De acuerdo a la especie de garrapata se puede transmitir bacterias, virus, protozoarios o una mezcla de estos. Los virus son el grupo más amplio que pueden transmitir estas alimañas, es tan numeroso que incluso se han congregado en un grupo denominado tibovirus o Tick-Borne Viruses (TBV), por sus siglas en inglés, sin embargo, uno de los miembros que causa una gran preocupación para las personas es el virus causante de la Fiebre Hemorrágica de Crimea-Congo (FHCC).
En cuanto a los protozoarios transmitidos por garrapatas más conocidos están los causantes de la babesiosis y la theileriosis. Un segundo grupo numeroso de patógenos transmitidos por estos animales son las bacterias, pero las más representativas y preocupantes son las causantes de la anaplasmosis, la fiebre Q, la tularemia, la enfermedad de Lyme, las responsables de la fiebre recurrente, y distintos tipos de rickettsiosis (como la fiebre manchada, el tifus epidémico y la fiebre botonosa mediterránea).
¿Habías escuchado hablar de éstas? En agosto de 2024 nos enteramos que dos niños en el estado de Nuevo León, municipio de Escobedo fallecieron y su deceso se debió a una infección por Rickettsia rickettsii. La fiebre manchada genera erupciones o sarpullidos distintivos, pero su gravedad radica en las fiebres altas, además de ser una enfermedad que progresa rápidamente y se transforma en una emergencia médica en un abrir y cerrar de ojos. Las enfermedades transmitidas por garrapatas pueden provocar estragos significativos tanto en la salud humana como en la de los animales si no se detectan a tiempo.
Investigar más sobre las garrapatas, en dónde las encontramos, qué enfermedades transmiten y a quiénes muerden es crucial, ya que comprender mejor sus ciclos de vida, sus hábitos y los patógenos que transmiten nos permite desarrollar métodos de prevención y control más efectivos. A medida que el cambio climático y la migración de animales y humanos han ampliado las áreas habitadas por estas criaturas, hemos visto un aumento alarmante en la incidencia de enfermedades transmitidas por garrapatas en diversas regiones del mundo.
En Estados Unidos y algunos países europeos se ha registrado un incremento en casos de enfermedad de Lyme y fiebre manchada, lo que subraya la necesidad de educar a la población sobre los riesgos y las medidas preventivas, así como el uso de repelentes y el control en áreas naturales.
Investigaciones como las del Instituto Pasteur e incluso grupos de trabajo de las principales universidades de México, avanzan en la identificación de nuevas bacterias transmitidas por garrapatas y el desarrollo de vacunas experimentales ofrece esperanza para limitar su impacto. Solo con una investigación continua y una educación adecuada se podrá mitigar el creciente riesgo de estas enfermedades a nivel global.
Y la población en general no se ve exenta en contribuir a la solución del problema, todos pueden poner un granito de arena para frenar la propagación de enfermedades desde la comodidad de nuestras casas o en nuestro día a día, y al mismo tiempo utilizar estas medidas como una prevención.
El uso de repelentes que contienen DEET (repelente de insectos que se utiliza para prevenir picaduras y mordeduras) en la piel, reduce el riesgo de picaduras. Y no debemos descuidar a nuestros animales, es recomendable revisar el pelaje o la piel de estos con frecuencia, así como usar collares antiparasitarios y/o tratamientos específicos para evitar que las garrapatas ingresen al hogar o se acerquen a zonas habitadas. Además, mantener el césped corto y limpiar áreas de maleza en los jardines también ayuda a eliminar los refugios donde estas criaturas suelen esconderse.
Pero si todo lo demás falla, ¿qué debemos hacer? Si te pica una garrapata, busca ayuda de un profesional de la salud para retirarla, ¡no las apachurres! Porque podrían explotar y derramar todo su contenido encima de ti, aumentaría el riesgo de enfermarte o parte de sus piezas bucales podrían quedarse atascadas en tu piel, exponiéndote a adquirir infecciones.
Si por alguna razón la garrapata se suelta de ti, guárdala en alcohol o un pequeño recipiente que tengas a la mano y llévala contigo cuando acudas al médico. Y no te confíes, mantente alerta a posibles síntomas como fiebre, náuseas, dolor de cuerpo, etcétera, durante un periodo mínimo de 15 días.
Regresando a lo que podemos hacer, justamente el laboratorio de Genética Microbiana de la Escuela Nacional de Ciencias Biológicas nos interesa, desde hace algunos años, las enfermedades que transmiten estas pequeñas cajas de Pandora. En particular la fiebre recurrente transmitida por garrapatas en humanos y la rickettsiosis. Sobre la primera, hemos estandarizado una técnica para detectar si un paciente o un animal ha estado en contacto con las diferentes especies de Borrelia que la pueden causar y que muy probablemente estuvieron en contacto con una garrapata.
Además, fuimos los primeros en aislar esta bacteria en México. También identificamos en muchos sitios de México dónde se localizan garrapatas blandas y que algunas tienen a estas bacterias. Con respecto a la rickettsiosis, hemos realizado reportes en los que identificamos diversas especies de Rickettsia en garrapatas duras capturadas sobre perros callejeros en Yucatán y en otras capturadas sobre vacas en Tamaulipas.
Para todo esto, tenemos excelentes colaboradores tanto en los Estados Unidos, en Chile y en diversos estados del país como Sinaloa, Sonora, Chiapas Yucatán, Chihuahua y Tamaulipas. En ambos frentes pretendemos continuar con estas investigaciones para aprender más de las garrapatas y para apoyar en el conocimiento de las enfermedades transmitidas por estos fascinantes artrópodos.
Recordando la historia con la que iniciamos, Pandora nunca pudo regresar los males a la caja, así como nosotros tampoco podemos evitar enfermarnos o desaparecer a las garrapatas. Sin embargo, un rayo de esperanza reside en el poder del conocimiento. Es fundamental entender que compartimos la Tierra con estos animales, y a través de la educación, la investigación continua y la aplicación de medidas preventivas efectivas, se puede reducir el riesgo de contraer las enfermedades que transmiten y proteger nuestra salud y la de quienes nos rodean. En otras palabras, nuestra mejor defensa es mantenernos informados, preparados, no subestimar a estos pequeños seres y los males que pueden acarrear.
*Sofía L. Luna Rojas es alumna de posgrado para obtener el grado de doctorado en ciencias quimicobiológicas en la ENCB del IPN.
**José Antonio Ibarra García es profesor-investigador en la ENCB del IPN.