El colapso de la pesca del camarón en el Pacífico mexicano puso a un equipo del Instituto Politécnico Nacional (IPN) a trabajar sobre la pista de un fenómeno global, por tal motivo en el Centro Interdisciplinario de Investigación para el Desarrollo Integral Regional (CIIDIR), Unidad Sinaloa, la investigadora Diana Cecilia Escobedo Urías se preparó para la primera misión antártica del IPN con un hallazgo alarmante sobre las olas de calor marinas, cada vez más intensas y duraderas que se replican en el polo norte.
Todo comenzó no con un modelo climático, sino con un colapso económico. La ciencia buscaba explicaciones complejas, pero la respuesta estaba a nivel del agua. "En Sinaloa la producción de camarón de altamar colapsó. Los pescadores decían que el agua está muy caliente, el camarón se va para el fondo y no lo podemos pescar", relató Escobedo Urías.
Esa intuición empírica fue la clave. "Ahí me di cuenta que el problema era la temperatura", afirmó. Una situación pesquera detonó una línea de investigación de vanguardia. Escobedo Urías y su equipo, incluyendo a su posdoctorante Enrique Morales, quien desarrolló un algoritmo, empezaron a rastrear un fenómeno que, hasta hace una década, apenas tenía nombre: las olas de calor marinas.
¿Qué es exactamente esta "fiebre del océano"? La politécnica lo define con precisión científica: "una ola de calor marina se define científicamente cuando por un periodo de cinco días o más, la temperatura está por encima del percentil 90 de lo que se ha registrado en un periodo base de 30 años", detalló.
Pero el verdadero descubrimiento no fue que existieran. El problema era la tendencia. "Lo que hemos visto, y es preocupante, no es solo que existan, sino la tendencia que tiene el Pacífico mexicano. Son cada vez de mayor intensidad, o sea, más grados por encima del promedio y de mayor duración", advirtió.
El hallazgo encendió las alarmas locales, pero la investigación dio un giro global cuando el equipo politécnico realizaba una propuesta para una convocatoria internacional. Como ejercicio, aplicaron su algoritmo al continente más frío del planeta.
El resultado fue más allá de lo esperado. "Lo impactante de esto es que cuando hicimos el análisis para la propuesta de la Antártida, vimos que se está replicando exactamente allá", sentenció la científica perteneciente al Sistema Nacional de Investigadoras e Investigadores (SNII), nivel II.
Ese hallazgo les ganó un lugar en una expedición que marca un hito. "Esto nace de una invitación de la armada colombiana. Fuimos seleccionados para el programa Antártico colombiano", señaló.
La misión es doblemente significativa. "Es una oportunidad increíble porque México no tiene un programa Antártico", puntualizó. El Politécnico participará como invitado con el proyecto: "El estudio de las olas de calor marina en el mar Antártico y sus repercusiones en el ciclo del nitrógeno".
El nitrógeno es un nutriente esencial, es la base de la vida en el océano. Entender cómo el calor extremo altera su ciclo es fundamental para predecir el futuro de ese ecosistema. "Estamos ante una situación totalmente diferente. La razón por la que esa réplica en el polo es tan grave es porque la Antártida funciona como un regulador climático global. Lo que pasa allí, no se queda allí”, aseguró la doctora.
El riesgo es sistémico. "Eventualmente van a romper con el equilibrio de toda la cadena alimenticia del planeta. Ya no hablamos de proyecciones lejanas, sino de realidades observables. Hay una alteración en el clima y por lo tanto las especies responden. Ahora hay mosquitos en la sierra, donde nunca había", declaró.
El océano, que ha absorbido la mayor parte del calor generado por el ser humano, está respondiendo. "Estamos viendo inviernos más fríos y veranos más intensos, y el océano responde a estas diferencias de temperatura. Entonces estamos como humanidad ante una situación totalmente diferente", enfatizó.
La científica Escobedo Urías introduce una reflexión que enmarca la crisis climática mundial no como una batalla por "salvar al planeta", sino una batalla por salvar nuestro lugar en él.
La investigadora concluye con una claridad que resuena más fuerte que cualquier alarma. El planeta ha sobrevivido a cambios mucho más drásticos. La Tierra seguirá aquí. "No es que se va a acabar la humanidad, el planeta se va a curar solo", apuntó.
El verdadero desafío, el que motiva su viaje al fin del mundo, es si la humanidad sabrá adaptarse a la "situación totalmente diferente" que ella misma ha creado.